En menos de 15 minutos estaba de vuelta en la oficina, no encontraba sentido en sentarse en la plaza sola a leer, después de estos dos meses.
A veces hay situaciones que lo cambian todo. -Ya tan temprano, y con esa cara ¿qué pasó? – preguntó Natalia, que no daba crédito. Clara no sabía cómo explicar que lo había intentado besar ayer y que se había ido y que hoy no había regresado. Era todo muy triste.
Era cuestión de volver a la normalidad. Este tipo de aventuras no son comunes y no duran, se intentaba convencer Clara. Fueron tres libros mágicos y ahora de vuelta a la realidad, y al trabajo.
El problema es que la realidad y el trabajo se habían vuelto un poco monocromáticos, desde la aparición del lector, así le decía Natalia. A falta de nombres, buenos son los apodos.
-Bueno, se terminó, cambiá esa cara que hoy salimos – dijo Natalia con una sonrisa pícara. Después de todo ya era viernes.
-Vamos a ventilarnos y a buscarte otro lector y salimos las dos directo de acá, no sea cosa de que te pierdas. -Dijo Natalia.
Clara asintió, si bien no tenía ganas de salir, sabía que no había forma rechazar esta invitación. Eran compañeras de trabajo hacía cinco años, y en ese tiempo se habían hecho muy amigas.
A las 7 apagaron las computadoras, y caminaron unas cuadras hasta un pequeño bar. Siempre iban al mismo. Natalia pedía una cerveza específica y Clara, a pesar de que leía todo el menú con intenciones de probar cosas nuevas siempre elegía la más común, una rubia.
El mesero trajo las dos cervezas y algo para picar y Natalia levantó su pinta para un brindis -Por un adiós al lector y un hola a alguien con nombre. ¡Salud! -Clara levantó su pinta, y pensó que para ese adiós tendrá que brindar unas cuantas veces más.
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