Qué lindo que es ese «club de la lectura». Sus días empezaron a ser más entretenidos. Sabía que sin importar lo que pasara en el trabajo, o los problemas que tuviera, a las 12:30, él la esperaba en el banco de la plaza para seguir leyendo el libro con una sonrisa en la cara.
Disfrutaba de su mediodía en la plaza con el sol del otoño. Tenían una especie de pacto tácito de no hablar de nada más allá del libro. No sabía su nombre, ni dónde trabajaba, ni su ocupación y Clara tampoco perdía su hora del almuerzo en hablar de ella.
Digamos que no compartían nada de su vida personal. Todavía no sabía muy bien porqué se dio así, pero era un aspecto más que disfrutaba. Era un entorno controlado, sin problemas, ni tristezas, ni enojos o angustias, solo sonrisas y Mr. Poirot y su inteligencia.
Lo único molesto hasta el momento eran los días de lluvia, en marzo, llovió una vez, y se vieron al día siguiente, como si no hubiera pasado nada. En abril tres veces y fue lo mismo. Ahora a Clara le estaba preocupando el tema de que se acercaba Junio y el frío, y no quería imaginarse los almuerzos sin su compañía, pero a la misma vez le daba mucho miedo preguntar y romper el ensueño.
Ya habían terminado dos libros y obviamente Mr. Poirot había resuelto el misterio antes que ellos. Según él era porque Mr. Poirot tenía información confidencial. Se prometieron encontrar al asesino del siguiente libro antes que Mr. Poirot.
Por esa razón, Clara no tuvo mejor idea que para el tercer libro buscar uno de Mrs. Marple. Le pareció un toque gracioso. Internamente deseaba que los libros su biblioteca alcanzaran para mantener estos almuerzos por mucho tiempo.
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