12:15 y ya no quedaban ventanas abiertas. La computadora cerrada y la ansiedad a flor de piel. Por momentos pensaba que el mediodía anterior había sido un sueño, no parecía ser verdad.
– Dale, dejá de dar vueltas y anda. – dijo Natalia, mientras le mostraba el reloj con una sonrisa cómplice.
Puso el libro en la cartera, agarró la bolsa de la comida y salió. Si bien adoraba ir a la plaza, hoy era especial. No sabía si apurarse y ver si estaba o caminar lento y disfrutar de ese momento, por si no estaba.
La cuestión es que en menos de dos cuadras llegó, lo buscó con la mirada, y para su sorpresa estaba sentado en el mismo banco, esperándola.
– Qué bueno que llegaste, ¿empezas a leer? – le dijo él con una gran sonrisa de bienvenida. Clara sonrío, se sentó a su lado, abrió el libro y buscó la hoja marcada y empezó a leer.
Por dentro se sentía contenta porque había ido después de todo a su encuentro. Se empeñó en leer lo mejor posible, trataba de hacer voces y de mantener la atmósfera de misterio. Cada palabra contaba.
– Ahora me toca a mi – Esa misma voz que la desconcentró ayer hoy lo volvía a hacer. Levantó la vista. Otra vez esa sonrisa. Clara le dio el libro y se puso a comer. Estaba tan nerviosa que no sabía si comer o si escuchar, si mirarlo o mirar hacia adelante. Era una incomodidad linda, al solcito en la plaza.
Cuando quiso acordar, luego de un beso en la mejilla y un – ¡Hasta mañana! – lo vio irse y otra vez tocó volver a la oficina.
Esos pequeños detalles que ilusionan a uno, ese momento de lectura con la persona que con una simple sonrisa despeja todos los nubarrones, si es que los hubiera. Lindo. 🙂
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Te ha pasado? Has tenido una historia como la de Clara?
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Sí, en una situación diferente, pero el sentimiento viene a ser el mismo.
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Es hermoso el sentimiento ese!
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Uno de los mejores. 🙂
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Esperemos que Clara corra con la misma suerte 🍀
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