– ¡Llegá cuando quieras! – dijo Natalia su compañera de módulo mientras la miraba fijamente esperando una respuesta. – ¿Me vas a decir qué pasó? – preguntó ante la falta de respuesta – dale que no hay mucho para hacer hoy y si no me aburro.
La verdad es que no sabía ni por dónde empezar a contar, parecía bastante infantil el asunto, estaba en el parque vino otro niño a jugar conmigo, jugamos nos reímos y se fue, y quedamos para jugar mañana también.
Lo primero que dijo Natalia fue, -entonces tienen una “cita” -. En qué cabeza podía ser considerada una cita el quedar para almorzar en el banco de una plaza a las 12:30. -No es una cita, es un encuentro – precisó Clara. -Bueno, como quieras, y ¿cómo se llama nuestro ávido lector? – Preguntó Natalia abriendo y cerrando los ojos rápido en tono de burla romántica.
Esa sí era una pregunta interesante. Revivió cada instante y en ningún momento se presentaron. Ni ella le dijo su nombre ni él le dijo el suyo, y ninguno de los dos preguntó el nombre del otro. Sólo el libro había recibido una introducción acorde.
Por suerte en ese momento llegó trabajo para hacer y si bien su mente no se despegaba de la plaza, al menos su atención estaba concentrada en otra cosa, y lo que era más importante, la de Natalia también.
Deja una respuesta