No quiero escuchar tus palabras
que forman ecos en mi mente.
No quiero que mis miedos se abran
a lo frágil de mi inconsciente.
No quiero mirar en mis sueños
los desenlaces inminentes,
pesadillas donde eres dueño
de mis malestares crecientes.
Parece en vano esto de insistir
en no querer cosas, que suceden.
Parece necesario admitir
que mis lágrimas ya no ceden.